lunes, 19 de enero de 2009

Es Hora de Despertar

"Me di cuenta que no podía seguir durmiendo mientras todo esto está pasando."

Por Daniel Segal - Jerusalem, 6 de Enero 2009

Hoy en la mañana me enteré que habían fallecido 3 soldados en un accidente en Gaza donde un tanque israelí les disparó accidentalmente. También falleció Jonathan, de 27 años, casado hace un año y con una hija de 3 meses. Ellos se suman a Dvir, de 22 años que murió el domingo y a Alexander, de 21 años, que falleció hoy. Cuando uno empieza a leer sobre cada soldado en particular, cada muerte se hace más dolorosa, cada vez que uno abre una página-web para ver las noticias espera no tener que encontrarse con más tragedias.

Hoy era día de ayuno (10 de Tevet), por lo tanto en la tarde no teníamos clases en la Ieshivá. En Internet había leído que algunos funerales eran hoy en Jerusalem. Después de Minjá me fui a dormir una siesta, después de un rato me levanté y gracias a Dios me di cuenta que no podía seguir durmiendo mientras todo esto está pasando. En un par de minutos estaba con dos amigos arriba de un taxi rumbo al Monte Hertzl para asistir al funeral de Dagan Vartman, un joven de 32 años que murió ayer mientras defendía al pueblo judío.

Además de la mitzvá de "Levayat HaMet" (acompañar al difunto), participar en un funeral de este tipo fue una experiencia tremendamente intensa. Había cientos de personas, todos judíos, todos afectados como si hubieran conocido a Dagan personalmente. Después de un par de minutos llegó el ataúd, envuelto en la bandera de Israel. Todo el mundo trataba de acercarse al ataúd, intentando ver algo, mientras un grupo de soldados lo acompañaba a su lugar de entierro.

El dolor en los rostros de la familia es algo que pocas veces he visto. El llanto del padre mientras decía Kadish estremeció hasta al más frío espectador. Las palabras de sus tres hermanos nos permitieron saber un poco más acerca de Dagan. De cómo descubrió la Torá, de cómo pasó seis años estudiando en una Ieshivá, de la increíble persona que era, positivo, cariñoso, un hermano ejemplar.

Las lágrimas corrían por mi rostro mientras su hermana le hablaba. Por recato no quiso pasar al podio y tomo el micrófono para hablar rodeada por su familia. Contó cómo una vez fue a la pieza de Dagan y vio lo gastados que estaban sus libros de Torá, que parecía que estuvieran hace cinco generaciones en la familia, aunque ella sabía que sólo los había recibido para su Bar-Mitzvá. Estaban así de gastados de tanto estudiar, como dijo su hermano Shajar, era siempre el último en irse del Beit Midrash.

Finalmente habló su padre, entre llantos dijo que quería que el mensaje de todo esto fuera de fortalecimiento, que había que seguir adelante. Con el corazón sumido en dolor ese hombre fue capaz de hacer que los demás pudieran salir fortalecidos del funeral.

Se dijo El Malé Rajamim, tres disparos al aire y se dio por finalizado el acto.

Esperé hasta que me pude acercar, tomé algo de tierra y la tiré sobre el ataúd.

Y para todos los que no conocíamos a Dagan la historia llega hasta ahí. Pero para su familia quedan años de dolor. Eso fue lo que entendí en ese momento. Cada vez que uno ve que un soldado del ejército de Israel muere, hay una familia detrás, personas cuyas vidas jamás volverán a ser las mismas. Han muerto 6 soldados, eso son cientos de personas profundamente afectadas.

No es tiempo de dormir siestas.

No es tiempo de ver cada muerte como un número más en las estadísticas de guerra. Cada muerte es un judío más que dio su vida por nosotros, por nuestra seguridad, para que podamos tener paz en la tierra de Israel. Nosotros, al contrario de Hamás, valoramos la vida, cada una de las vidas de nuestros soldados.

Para los que estamos en edad de pelear y en especial para los que estamos en Israel, la única excusa para no estar en el ejército de Israel es estar en el ejército de Dios. Cada mitzvá, cada tefilá, cada hora de estudio, cada acto de bondad cuya energía dirijamos hacía los miles de judíos que cada noche y cada día arriesgan sus vidas por nosotros, puede marcar la diferencia. Si no hacemos algo por ellos, estamos siendo malos soldados, estamos abandonando a nuestros compañeros en el campo de batalla.

Tuve la oportunidad de ver el dolor de cerca, de sentir aunque sea una ínfima parte de ese dolor y me queda claro que no es tiempo de siestas, ¡es tiempo de hacer algo!

Si sirve de consuelo, debemos saber que Dagan, como Ben Torá que era, sabía lo que le esperaba en caso de morir y en este momento está en lo más alto del cielo, en el lugar reservado para los que mueren santificando el nombre de Dios.


No hay comentarios: