lunes, 15 de marzo de 2010

Rabino Dovid Sears - Mirto en el Desierto


"Cierta vez, un seguidor de Rabi Najman le preguntó como podría reforzar su fe. Le contestó el Rabi, "Podemos aprender a tener fe de las mujeres"...

Una vez Rabi Najman escribió una carta a su hija Sará, en la que le expresaba su gran amor y afecto, diciéndole cómo deseaba tenerla a su lado en la mesa, para poder alegrarse con su compañía cada día, y recibir sabiduría y temor al Cielo de sus palabras.

El concluyó, “Te pareces a un mirto en el desierto que no tiene a nadie que aprecie su agradable fragancia”.

Algunos de los seguidores del Rabi estaban presentes cuando Sará recibió esta carta. Uno de ellos contó más tarde a Rabi Natan que después de leerla, ella comenzó a llorar delante ellos, diciendo, “Debo haber caído a un nivel muy bajo si mi padre me elogia tanto.”

Ya que el Rabi elogiaría a una persona si sintiera que había caído de su nivel anterior y necesitaba un estímulo (Jaiei Moharán 581, 582).

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Sará estaba a menudo enferma.

Su sufrimiento le dolia profundamente al Rabi, quién hablaba de ello con frecuencia. Cierta vez, el Rabi fue a visitarla, y la encontró enormemente apenada por un dolor de muelas. "Incluso si es difícil, debes esforzarte en estar alegre" le dijo el Rabi.

Entonces le explicó que imaginando vivamente estar alegre, ella podría llegar a experimentar la alegría verdadera – de tal modo que desearía bailar. Por consiguiente, se curaría. Sará tomó de corazón el consejo de su padre. Cerrando las contraventanas de su casa, comenzó a bailar. Al poco tiempo, el dolor había desaparecido (Hasta el Mesías, p. 334).

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Otra vez cuando Sará estaba enferma, Rabi Najman le sugirió que se imaginará una situación aun mejor a la que se encontraba antes de enfermarse. Esto, le pareció imposible a Sará, cuya angustia no le daba ninguna paz. Aún así, el Rabi le pidió seguir sus instrucciones.

“El poder del pensamiento es muy grande,” le explicó. “Pensando positivamente, puedes realmente revolver tu situación para el bien” (también cf. Sijót HaRán 62, 74) (Hasta el Mesías, p. 334).

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En otra ocasión, el Rabi fue a visitar a Sará, encontrándola postrada en cama agonizando. Rabi Najman escuchó atentamente los detalles de su enfermedad, compartiendo su pena. Luego se durmió. Su bisabuelo, el gran Justo el Baal Shem Tov, se le apareció en el sueño y le aconsejó que no se preocupara.

Dijo el versículo, "Gran salvación da Él a Su rey, y muestra amor firme a Su ungido - a David y a sus descendientes eternamente" (Salmos 18:51). El Rabi entendió que esto significaba que la enfermedad de Sará podría ser curada, contándole una historia sobre un acto de salvación que Di-s había hecho para un Tzadik (Justo).

Al despertarse, el Rabi se sentó al lado de su hija, y le contó una historia impresionante sobre el Maharsha (el Rabino Shmuel Eliezer Eidels, 1555-1622). Tan pronto como él terminó la historia, Sará se levantó de la cama, habiéndose recuperado completamente.

Posteriormente, ella contó la misma historia a otra gente enferma, y ellos, también recuperaron su salud (también cf. Likutey Moharán I, 234; Sijót HaRán 138) (Hasta el Mesías, p. 334).

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Israel, el hijo de Sará, nació mientras Rabi Najman visitaba Kremenchug. Durante varias semanas esperó el Rabi hasta que su hija dio a luz. Su comportamiento solemne a lo largo de este tiempo engañó su ansiedad constante por el bienestar de su hija y su niño todavía no nacido.

Después del nacimiento se puso muy feliz, pidiendo encender todas las luces y servir un ponche de vino y miel. En el octavo día, el niño fue circuncidado, y el Rabi permaneció regocijado todo el día. Lo complació que varias personas le mencionaran que el niño tenía el mismo nombre que el Baal Shem Tov: Israel ben Sará (Ieméi Moharnát 17; Jaiei Moharán 151).

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Cuando el Rabi estaba severamente enfermo, pidió al hijo de Sará de tres o cuatro años, Israel, qe rece por él. El pequeño niño se apartó, y comenzó a llorar,

"¡Di-s! ¡Di-s! ¡Haz que mi Zeide (abuelo) esté bien!"

La gente que estaba alrededor lo encontró gracioso. Sin embargo, el Rabi dijo, "Así es como debemos suplicar a Di-s. ¿Qué otro camino hay para rezar?” Es decir que debemos rezar a Di-s con la mayor simplicidad, como un niño ante su padre, o un hombre que habla a su mejor amigo (Jaiei Moharán 439).

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Rabi Najman dijo: "Acerca de lo que llegará a ser, no tengo idea. Pero mucho he conseguido del Todopoderoso: que nuestro justo Mesías será uno de mis descendientes."

El Rabi dijo esto en público.

Pidió que honremos y respetemos a sus hijas, porque ellos eran "árboles preciosos que darían frutos excepcionales y buenos." También dijo que había tomado a sus hijos del Mundo de Atzilút (Emanación Divina) - el nivel espiritual más alto (Jaiei Moharán 279; Ieméi Moharnát 17).

"Mirto en el desierto"
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Rab Shimon, el asistente del Rabi, vino a pedir a su maestro que intercediera en el Cielo para su pequeño hijo, que estaba mortalmente enfermo. Rabi Najman, sin embargo, no le respondió.

Desamparado y sin esperanza, Rab Shimon volvió a casa. Su esposa entendió las implicaciones del silencio del Rabi. En vez de caerse en la desesperación, se sentó junto al niño durante toda noche, rezando y llorando por la vida de su hijo.

Al siguiente mañana, cuando el Rabi vio a Rab Shimon, exclamó:

"Mira el gran poder de la plegaria: Anoche el decreto había sido sellado. Pero debido a los rezos de tu esposa, no sólo tu hijo pronto se recuperará, sino le han concedido una larga vida."

Y, en efecto, el hijo de Rab Shimon vivió hasta casi cien años (Avanéha Barzél 60, p. 39; también cf. Siaj Sarfei Kodesh 2, 1-100).

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Una vez, un seguidor de Rabi Najman preguntó como podría reforzar su emuná (fe). Le contestó el Rabi, "Podemos aprender a tener emuná de las mujeres" (tradición oral por R. Nasan Maimon).

(Con la amable autorización de www.nachalnovea.com)

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