Hay palabras del discurso y palabras del pensamiento...
"Hacia el año 1884 o 1885, cuando tenía cuatro o cinco años, estudiaba en el jeder. Mi aula estaba junto a la sala de estudio y mi maestro era Reb Zusia. Mi padre hacía un largo davenen (rezar) de las tres plegarias diarias en la sala de estudio.
El davenen era cantado, se paseaba de un lado a otro, chasqueaba sus dedos y ondeaba sus manos en el aire. El talit no le cubría su cara--pero estaba encima de su cabeza cubriendo el tefilin.
Sólo en Shabat no cubría su cara.
Yo era un niño pequeño, cuatro o cinco años, así que crecí entendiendo que davenen significa cantar. Les daré un ejemplo: Mi padre en ese momento comía en la casa de la abuela y mi tío comía solo. Varias veces, mi tío me agarraba juguetón y me preguntaba:
"¿Qué hace tu padre?".
Cierta vez, cuando me hizo esta pregunta, recuerdo que contesté "Mi padre hace davenen y come". En la comida de Shabat mi padre cantaba un ningún (melodía jasídica) a cada momento. Y yo entendía que hacer davenen y cantar eran una misma cosa, así que dije que él estaba haciendo "davenen y comiendo".
Rabí Iosef Iitzjak Schneersohn, sexto Rebe de Lubavitch, (Sefer Hasijot 5705, pág. 17)
Hay palabras del discurso y palabras del pensamiento.
* Las palabras del pensamiento tienen mayor significancia. Si pudiéramos sintonizaros con las palabras del pensamiento, tendríamos más claridad (aunque, no necesariamente en las cosas que necesitamos aclaración).
* Las palabras del discurso, decía Rabí Iosef Iitzjak de Lubavitch, se revelan a otros pero se ocultan a uno mismo. Las palabras del pensamiento se ocultan de otros, pero se revelan a uno.
Las palabras del pensamiento brillan con la luz. Sin embargo, las palabras del discurso son más poderosas.
En la Cábala, ellas son Lea (el pensamiento) y Rajel (el discurso).
Y como cuenta la historia "Iaakov amó a Rajel más que a Lea". Y como encontramos en el Zohar, "las palabras del pensamiento no logran nada. Las palabras del discurso se elevan y causan un efecto".
Pero luego hay otro tipo de palabras que les ganan a todas. Palabras que hablan a otros y también nos hablan, sin traicionarse una a la otra. Palabras donde el discurso y el pensamiento se fusionan como uno. Y esas palabras son las palabras del canto.
No, no quiero decir palabras que se cantan.
Quiero decir las palabras que la música dice por sí misma. Los matices y motivos de cada melodía. Éstos, también, tienen la cualidad de las palabras: son secuenciales y la secuencia es crucial. Comunican. Y surgen naturalmente del alma así como las palabras. Pero de un lugar más profundo.
Como Rabí Shneur Zalman de Liadi dijo:
"Si las palabras son el bolígrafo del corazón, la canción es el bolígrafo del alma."
La diferencia es que las palabras del pensamiento y el discurso fluyen de adentro hacia afuera, de arriba a bajo, de lo abstracto y etéreo a lo tangible, definido y concreto.
El canto, por otro lado, se eleva.
El canto toma los límites en los que nos hemos encasillado a nosotros mismos y nuestros sentimientos e ideas, y los transporta hacia arriba, hacia un lugar donde la esencia es más importante que su recipiente y la propia unidad interna de las cosas se revela y se funden en completa armonía.
Así que nuestras plegarias están hechas de estos tres tipos de palabras y si uno de ellos falta, la plegaria está incompleta.
No se puede pensar las plegarias sin hablarlas, o hablarlas sin pensarlas. Y no llegan a ser plegarias hasta que usted las cante.
* Funte: Jabad.com
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